im-paciencia nº2

Bajo el sol de la mañana me fumo un cigarro y deseo explotar. Tengo la suerte o la desgracia de una paciencia inmensa, pero no infinita. No quiero cambiar, no puedo cambiar, no para mal. Pasa una chica bajo mi terraza, una chica normal, como yo, pero con un estilo parecido al mío. Lleva un perro y parece pensar en sus cosas mientras éste hace sus necesidades en mis hortensias. Me hace gracia, no le puedo decir nada, me río, no puedo explotar con ella. Si le contara mi vida a un desconocido con total naturalidad y desde un punto objetivo no sé qué pensaría. No sé que opinaría de que me intenten cambiar, de que me intenten quitar esa pequeña libertad (o así a llamo yo) que siempre he tenido para expresarme, para relajarme y sentirme viva en mi intimidad, escribiendo o haciendo otra de muchas cosas. Enciendo otro cigarro, no puede ser verdad, estoy de muy mal humor, el mundo me desquicia pero sigo intentando oponerme a todo, a todos esos prejuicios, a todas esas etiquetas y a todos esos sinsentidos que no me dejan ser lo que realmente soy, que no me dejan disfrutar de la vida como debería. De todas esas cabezas que no entienden que, un simple gesto, una palabra, una mirada o un poco de confianza  a veces pueden ser más importantes que cualquier acto romántico y previsible. No quiero dejar de resistirme, nunca. Quizás sea una insatisfecha empedernida.